14/10/13

Cumbres verdianas (III): "Don Carlo", Escena del Gran Inquisidor


¿Cuál podría ser el mayor logro de toda la carrera de Verdi? Aun cuando fuera lícito hacer esta pregunta, una respuesta argumentada no sería sencilla. Sin embargo, el sentimiento que produce la  presente escena es similar al de una cumbre emergida ante nuestros ojos, destacando aun en medio de ese Himalaya musical que es "Don Carlo". Nos encontramos en el Cuarto Acto (siempre en la versión definitiva en cinco Actos) y acabamos de asistir a la transfiguración del aria de Grand Opéra en algo más profundo; un monólogo de un alma atormentada ante el vacío, el inventario de amarguras de toda una vida. Pero aun se puede llegar más lejos y Verdi ahora convierte el dúo del Rey y el Inquisidor en una estremecedora confrontación entre el hombre contradictorio, que duda y ama, y la deshumanizada esfera de la Fe absoluta. Este dúo, además actúa como contrapeso al anterior de Felipe y Rodrigo: una disputa ideológica por el alma del Rey en la que la brutalidad material de los dogmas de la Iglesia acaba aplastando la utopía de los "innovadores". Verdi en realidad hizo simplificar el complejo esquema de Schiller, en el cual Felipe se entrevista dos veces con el religioso: la primera de hecho para descargar su conciencia por el asesinato de Rodrigo antes de decidir la ejecución del Infante en la segunda. La maquiavélica síntesis del libreto no puede ser más eficaz.

13/10/13

Profundidades vacías

http://www.teatrocervantes.com/es/genero/ofm/ciclo/105/espectaculo/1381

Aparición de la Orquesta Sinfónica de Sevilla en el Teatro Cervantes con un programa muy asociado a su director titular: Wagner y Mahler. Sin entrar en comparaciones, se pudo apreciar el trabajo realizado por Pedro Halffter en el sonido compacto y bien empastado, de un cuidadoso equilibrio entre secciones incluyendo unos estupendos metales que no se limitaron a tocar forte. Sólo extrañó el caso de los platillos, cuya responsable pareció excesivamente motivada toda la noche. El sábado día 12 hubo varias pifias, en particular una muy sonora durante los primeros compases de la obra, pero no puede suponerse que sean habituales.
 
La impresión sobre las interpretaciones es menos positiva. El concierto comenzó con la Obertura de "Rienzi", pieza excesivamente retórica en la que el joven Wagner combina con desigual fortuna solemnidad y fanfarrias y que consigue ser un poco aburrida incluso en los pasajes festivos. La premiosa dirección de Halffter consiguió diluir incluso el bello tema de la plegaria de Rienzi. La excusa de la irregularidad atribuible a la partitura no se puede invocar en el caso de la Sinfonía "Titán". Entendámonos: hubo pasajes donde se puedieron admirar la elegancia y la belleza tímbrica de la ejecución: por ejemplo, las secciones centrales de los movimientos segundo y tercero, llenos de evocadora nostalgia y encanto vienés respectivamente. Sin embargo, a los pocos compases aparecía una incomoda sensación de trivialidad, de falta se sustancia. Una dirección con grandes pretensiones de profundidad, pero que parecía lastrada por una parsimonia exagerada y un sonido bello pero inofensivo, al que se le habían limado, puede que a conciencia, todas las aristas, texturas ásperas y colores violentos de la partitura. En los pasajes más conflictivos, como el comienzo del último tiempo, se sumó la sensación de estar escuchando capas de sonido superpuestas con buen sentido "vertical" pero sin intención narrativa. Cuando uno se enfrenta a Mahler puede encontrar su música vulgar, pretenciosa o desquiciada, pero lo peor que puede pasar es aburrirse. Hubo aburrimiento anoche durante esta "Titán", por mucho que se incluyera un dudoso silencio antes del fff de los platillos en el Stürmisch bewegt, el cual además concluyó con un acentuado estruendo. Hay que pensar que no fue un recurso intencionado para provocar el aplauso del público. Como propina, el famoso "Nimrod" de las "Variaciones Enigma", éste, sí, muy apreciable.
 
Una crónica bastante amable del concierto: http://www.malagahoy.es/article/ocio/1622775/halffter/pone/pie/cervantes.html

6/10/13

Cumbres verdianas (II): "Nabucco", Recitativo e Preghiera "Vieni, o Levita"

El estudioso Julian Budden ("The Operas of Verdi", Volumen I) se pregunta si acaso esta escena fue fruto una inspiración un poco ajena al plan general de "Nabucco", pero tan afortunada que Verdi no pudo dejar de incluirla en la ópera. Se trata de la plegaria de Zaccaria en la Parte Seconda de Nabucco, en la que el Gran Sacerdote suplica a Yahvé la iluminación de la fe sobre las "tinieblas de un infiel". Una breve introducción, a cargo de seis violonchelos solistas sobre pizzicati de la cuerda, establece la atmósfera piadosa de la escena. El modelo del recitativo, por su austera grandeza, podría ser el "Eterno, immenso, incomprensibil Dio" del "Mosè" de Rossini. El Andante, de forma demasiado libre para ser llamado aria, comienza a cappella y sotto voce ("Tu sul labbro") y después se desarrolla sobre un austero contrapunto del primer chelo ("All'Assiria in forti accenti,  parla or tu col labbro mio!"). Con su habitual instinto para relacionar símbolo, texto y música, Verdi sólo despliega la melodía sobre las palabras "E di canti, e di canti a te sacrati". Se trata de un pasaje de clara inspiración belcantista, con los chelos doblando la noble línea vocal. El bajo debe respetar continuas indicaciones de crescendo y diminuendo, típicas del monólogo verdiano .


La partitura incluye sobria cadencia que toca con serenidad el mi agudo, al que sigue una escala descendente; los chelos recuperan la melodía y Zaccaria sale de escena con un sol grave. Una página que evoca las sublimes melodías de Bellini para voces más agudas, con el singular efecto de asignarse a la sacerdotal voz de bajo.

2/10/13

Cumbres verdianas (I):"Luisa Miller", Escena Tercera del Acto Tercero.

Adelantándonos a la fecha del Bicentenario, proponemos la audición de una antología personal pero nada original de escenas verdianas. No faltarán  momentos afortunados en los que el Maestro se hace digno heredero de la inefable melodía belcantista: algo que por temperamento e inspiración no fue el rasgo definidor de su arte. Por ello reconoceremos la grandeza ante todo en la forma en que la música amplifica palabra y situación escénica revelando todo su potencial dramático y sicológico. Y en esa conjunción de música, poesía y acción Verdi siempre nos contará algo esencial y universal acerca del ser humano

El Tercer Acto de "Luisa Miller", desde la Escena Tercera en particular, se cuenta entre lo mejor compuesto por el Maestro hasta esa fecha. Se admira en la pieza no sólo la elevada inspiración melódica que parece galvanizar a los personajes, como insuflando vida y verdad en sus rasgos arquetípicos, sino la fuerza dramática de las transiciones, que justifican el empleo de las formas tradicionales en un todo coherente. Una escena, por tanto, que satisfará por igual a los amantes de la melodía y a los de la verdad dramática.
 
Tras la emocionante oración de Luisa, la "tinta" musical cambia poco a poco. Entra, inobservado, Rodolfo: "Prega! Ben di pregare è tempo", exclama, pero sottovoce, como sugiere el trémolo en ppp de los violines, mientras envenena la bebida (es interesante observar que en el drama de Schiller Ferdinand espera a que Luisa haya admitido haber enviado la carta). La orquesta adquiere un papel cada vez más destacado al describir los sentimientos que los cantantes ocultan. Un fuerte unísono y una serie de "ademanes" abruptos de la cuerda y el clarinete bajo indican el momento en el que Luisa levanta la vista sobresaltada, pero sin hablar. Rodolfo interroga con aparente serenidad. Sotto voce e tremando pide Verdi en el segundo "L'hai tu vergato?". Tras la fatal pregunta, la orquesta retrata la duda de Luisa, que se fuerza a responder: "Sí". Sigue un furioso tutti. "M'arden le vene... Una bevanda!", exclama Rodolfo con más dolor que ira: sus actos son fruto de la desesperación. Luisa le da de beber sobre un acompañamiento que bien podría haber aparecido en "Macbeth": flauta y clarinete bajo al unísono, alternando con rápidos diseños en la viola y el chelo; entonces una nota tenida de la trompa y una cadencia en modo mayor bajo la siniestra luz de la supertónica bemolada. "Todo ha terminado", exclama Rodolfo ("Inorridito" prescribe la partitura) - un redoble de timbal subraya el "No" de Luisa. Verdi: "Silenzio terribile". Sigue una transición en forma libre de gran efecto: primero el tenor rompe su espada, momento estupendo por la intensidad romántica. Verdi, como en determinados monólogos ("Chi mi toglie ", "Pari siamo") varía entonces el tempo con un instinto dramático de maestro. Un fervoroso Largo "Quel'occhi, in cui splende" contrasta con la articulación neta y agresiva en las frases centrales que culminan Tutta forza ("Un'anima d'inferno!"). Estas imprecaciones dan paso a un bellísimo Andante. Merece la pena citar el texto original de Schiller, adaptado con fortuna por Cammarano:
 
Louisa: Llora, Walter, llora. Tu compasión será más justa conmigo que tu ira.
Ferdinand: ¡Te equivocas! ¡Éstas no son las lágrimas de la naturaleza! No son ese cálido rocío que cae como bálsamo sobre el alma herida y en su camino animan los sentimientos sin vida. Son lágrimas solitarias y congeladas. El espantoso y eterno adiós a mi amor.