10/9/13

Audiciones (wagnerianas) intempestivas: "Die Walküre" con Georg Solti (III)


El tercer Acto de "Die Walküre" es quizá el más complejo de concertar, dada la enorme variedad de situaciones que abarca, desde el sinfonismo más épico a lo íntimo y camerístico. Inesperadamente Solti flaquea un poco en el primer aspecto. La interpretación de la celebérrima "Cabalgata" resulta un poco convencional: echamos de menos la electricidad que separan al número de la trivialidad (escúchese por ejemplo al joven Karajan en su único "Anillo" en Bayreuth) convirtiéndolo en una experiencia telúrica, incluso salvaje. Además la gran recapitulación (4:16) resulta pesante y ostentosa. Por contra, su enfoque dinámico y conversacional vuelve a pasar a primer plano durante el parlamento entre valquirias, encabezadas por Nilsson, siempre intensa pero sin excesos melodramáticos. Nuevamente la figura de Crespin se agiganta con su conmovedora intervención ("Nicht sehre dich Sorge um mich"). Resignada al comienzo, consigue un crescendo emocional estremecedor sobre la doliente cuerda vienesa (1:10).  Mientras se decide la huida de Sieglinde, el director húngaro demuestra de nuevo que no sólo le interesaba el lado musculoso de la partitura: resalta perfectamente los motivos que recapitulan el "Oro" y anuncian la trama de "Siegfried" y los misterios del bosque. Creación de atmósferas pasadas y futuras sin perder el pulso de la narración. La despedida de Brünnhilde a su hermana nos permite detenernos en la perfección técnica de Nilsson en un fragmento que pone a prueba la igualdad entre registros de cualquier soprano. Transparente pero sólida como el diamante, la voz sobrevuela el luminoso tapiz tejido por la orquesta (atención al bajo de los chelos y la dulzura de las trompas). La expresión es de recogimiento y fervor, incluyendo un bello piano al bautizar al héroe que ha de venir ("Siegfried!"). Inmediatamente Crespin y director graban a fuego otro pasaje en el oído del oyente ("O hehrstes Wunder! Herrlichste Maid!"), complementándose los timbres de soprano y la cuerda de forma milagrosa. El arrebato de los acentos al retomar el motivo de Siegfried incluso lleva a la cantante a abrir un poco la emisión, pero en este momento podemos decir que la promesa se cumple completamente: estamos ante la gran Sieglinde de la discografía.

 La siguiente escena se anuncia con nuevos efectos especiales made in Culshaw algo molestos (los truenos y el efecto eco en la voz de Hotter), pero en el tremendo pasaje que anuncia la llegada de Wotan Solti no decepciona: el ataque de los arcos simplemente quita el aliento. Hotter afronta la escena más ardua de su papel: de nuevo suena forzado en su entrada en escena y las amenazas a las Valquirias. Mejora sensiblemente al anunciar el castigo ("Nicht straf' ich dich erst") pero desde "Nicht send' ich dich mehr aus Walhall" el sonido se sofoca por falta de enmascaramiento, llegando casi agotado hasta un flojo "aus meinem Angesicht bist du verbannt". El sustento del aire también evidencia falta de firmeza, apareciendo el temido vibrato amplio. Una verdadera lástima, porque el acompañamiento refleja todo el patetismo de la situación. La imagen del cantante es aun peor en las amenazas finales a las Valquirias, un pasaje agotador que resulta deficiente en cuanto a dicción y articulación.
 
Nuevamente es admirable la expresión de las maderas que introducen la Escena Tercera. Nilsson consigue una expresión intensa en "War es so schmählich" pero sin recurrir a la exacerbada declamación de Varnay en este pasaje (en concreto esas consonantes tan agresivas que fueron típicas de los años cincuenta que podrían recordar casos similares de cantantes italianos de los años cincuenta). Siguiendo con la comparación con su compatriota, tampoco aparecen aquí sus guturalidades en la franja inferior ("...so tief mir Erniedrigung schaffst?"). La voz se mantiene siempre nítida y es una nueva muestra de su maestría para unir los diferentes registros. El legato es de alta escuela y el efecto junto al expresivo acompañamiento es sobresaliente ("O sag', Vater!"). Al recordar la muerte del Velsungo, Nilsson vuelve a demostrar una sensibilidad ("freiester Liebe - furchtbares Leid") que tantas veces se le niega, culminando en el sublime pasaje "Der diese Liebe": comenzado media voz, refuerza y adelgaza el sonido sobre el mi natural, rematando con un bello crescendo en vertraut. Un pasaje de antología que nos acerca la epopeya al pasar al primer plano las emociones de los personajes frente a la inexorable narración sinfónica. En un pasaje menos áspero y que le permite frasear con comodidad, Hotter acentúa el patetismo de "Da labte süss  dich selige Lust", quizá el punto de inflexión en toda la escena que lleva a Wotan a rectificar su sentencia. Impresionante la firmeza granítica con que la orquesta impone la idea del Destino ("Nicht streb', o Maid"). En el siguiente diálogo la creciente agitación de ambos personajes está también perfectamente reflejada. Llegado a la cima expresiva de su papel, Hotter ha de forzar en sus primeras frases de despedida y aunque recita como nadie "Muss ich dich meiden" (sehr leidenschaftlich, pide Wagner) según se elevan las frases las dificultades de emisión se acentúan con algunos sonidos penosos. Sin embargo aún es capaz de conmover en la gran frase "der freier als ich, der Gott", otro pasaje donde dejó una huella indeleble. En la apoteosis del motivo del amor Solti quizá se apoya demasiado en los metales, no dejando que sea el canto de los violines el que desencadene el clímax. Los timbres son en todo caso el colmo de la tersura. Amplitud e intención no le faltan al Bassbariton alemán, pero la voz ya no podía responder del todo a sus elevadas aspiraciones al afrontar "Der Augen leuchtendes Paar". Sin embargo podemos decir que a veces no alcanzar lo sublime vale más que lo mediocre bien ejecutado y que la orquesta envuelve con tal terciopelo a Hotter que nos permite apreciar el patetismo del acento casi ocultando su desgaste tímbrico ("Dem glücklichem Manne  glänze sein Stern:  dem unseligen Ew'gen  muss es scheidend sich schliessen"). Quizá algunos oyentes detecten cierta placidez en el epílogo orquestal de este gran Lied, con los chelos parafraseando "Der Augen leuchtendes Paar", pero raras veces se escucha el motivo del Destino tan purificado, sobre el mágico diseño de los violines. Tras una invocación al fuego por parte de Hotter convincente en lo dramático y sólo aceptable en lo vocal, el registro concluye con un nuevo pasaje de ciencia orquestal prodigioso: un regulador de los metales sobre la última nota del imponente motivo de Siegfried seguido por la embriagadora entrada de maderas y chelos, que culminan la catarsis con su canto mientras el fuego conjurado por violines y maderas arde con una extraña serenidad. Una maravilla del mago Richard Wagner.
 

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