20/5/12

Digresiones sobre la muerte de Dietrich Fischer-Dieskau

El pasado viernes desaparecía uno de los pocos cantantes de los que se puede decir que cambiaron para siempre su arte. De los nuevos caminos que Dietrich Fischer-Dieskau abrió en la interpretación del Lied podría escribirse un libro: quizá el mismo tendría un epílogo amargo, dados los malentendidos que sus seguidores, alumnos e imitadores han perpetuado.

Los comienzos de la carrera de Fischer-Dieskau se sitúan en las ruinas de Alemania: en tal contexto de locura y desolación, la racionalidad extrema de su arte se presenta como una vindicación de la belleza e incluso de la misma civilización europea. Tampoco se puede decir esto de muchos cantantes: aun menos si pensamos en los derroteros que en los años 50 tomaron las cuerdas masculinas.

Su actividad contribuyó a establecer un nuevo paradigma de cantante que ya nunca más podría dejar de ser también y antes que nada, músico. También su relación con el estudio de grabación fue simbólica de los nuevos tiempos: el disco como diario sonoro, como registro casi continuo de la evolución del artista. También de su progresiva pérdida de espontaneidad y una ambición enciclopédica.

Quizá no sea el momento de desarrollar estos pensamientos sueltos. Quizá ese momento nunca llegue. Entre tanto proponemos la siguiente audición. Un "Dichterliebe" recogido en el "Concert of the Century" en el que un cantante que ya había pasado su mejor forma vocal (en "Ich grolle nicht" acaba prácticamente gritando) consuma una de las cimas de sutileza y profundidad de toda su carrera. A su lado, el genial y estimulante acompañamiento de Vladimir Horowitz.