19/3/11

Grandes Cantantes del pasado: Mario Basiola

Vida y carrera:

Nacido en Annico (Cremona, 1892) en una familia muy humilde, empezó a estudiar con el gran Antonio Cotogni mientras hacía el servicio militar en Roma. Llegó a ser uno de los discípulos predilectos del legendario maestro. A pesar de un temprano debut en el papel de Alfonso XI (1915) su carrera sólo arrancó definitivamente en 1919 como Riccardo de "I Puritani" (en ambas ocasiones en Viterbo). Se sucedieron Rigoletto, Renato, Germont y Fígaro. Tras el correspondiente período en provincias, debutó en el MET (1925-26) donde continuó trabajando sin interrupción hasta 1932. Allí se compitió de tú a tú con los grandes nombres de la década. De vuelta a Italia, actuó durante seis temporadas en la Ópera de Roma ("Otello", "Il Pirata" y "L'Arlesiana" entre otras). De 1932 data también la presentación en La Scala ("Una partita" de Zandonai) adonde volvería en unas pocas ocasiones hasta 1940 ("Rigoletto", "Linda di Chamounix", "La Straniera"). En Europa frecuentó Barcelona, Berlín y Londres. A mediados de los cuarenta viajó a Australia en gira con una compañía italiana. Allí permaneció enseñando canto hasta su retirada en 1951. Anteriormente había tenido como alumno a Aldo Protti. Desde los años sesenta su hijo Mario Basiola Jr. hizo una discreta carrera documentada en disco. Murió en 1965.

La voz, el cantante:

Desde cualquier punto de vista que se considere, Basiola fue el último representante de la escuela de Cotogni, con quien preparó cuidadosamente sus primeros papeles. Dueño de una voz que aunaba amplitud y calidez lírica, había asimilado una técnica de primer rango que se manifestaba con sólo abrir la boca dicción inmejorable, perfecta soldadura entre registros, timbre mórbido y registro agudo fácil, expansivo y squillante. Presumía además de medias voces y pianissimi auténticos y era tan eficaz en el canto ligado y recogido como en el vigoroso. Contrariamente a la mayoría de sus coetáneos no rompió con el repertorio belcantista, cuyos mejores recursos técnicos dominaba. Sin embargo fue capaz de poner al día sus directrices, limpiando los arcaísmos y arbitrariedades. De la nueva escuela verista tomó la inmediatez expresiva y la cordialidad, pero no la sordidez ni los clisés ilegítimos. Siempre puso el canto clásico al servicio de una forma de frasear y hacer música de sorprendente actualidad. Según Rodolfo Celletti, que lo escuchó en el teatro repetidas veces, sólo le faltó una personalidad más autoritaria. Lauri-Volpi le recriminó su poca voluntad para interpretar sin la referencia de Cotogni.

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Basiola grabó desafortunadamente poco. Entre las audiciones de un viejo recital, destacan las arias de Massenet. La inmensa finura del canto hace que se supere la barrera del idioma italiano, que en tantos cantantes exhibe tonos demasiado abiertos para el estilo francés. Sin embargo la afinidad hacia el repertorio verista no es ni mucho menos menor. El aria de "L'arlesiana" es una maravilla de emotividad y sencillez (culminada además con un sol agudo deslumbrante). Para recordar su estilo belcantista, una "A tanto amor" de "La Favorita" digna de estar junto a los grandes registros del primer cuarto de siglo. Basta con escuchar las arias de "Il Trovatore" y "Fausto" para comprobar que entre sus coetáneos Basiola poseía la técnica más completa. Las dificultades de tesitura es como si no existieran: el mecanismo llega a ser tan perfecto que pasa inadvertido. Mención aparte merecen el "Largo al factotum" y la infrecuente aria "Il figliol prodigo". Posiblemente estemos ante la mejor de las decenas de grabaciones de la cavatina de Figaro. Velocidad vertiginosa en los "sillabati" (la coda es de no creer), incomparablemente nítidos y precisos como perlas, encanto irresistible y puntature espectaculares pero fáciles, nunca estentóreas. La bellísima página de Ponchielli destaca por la nobleza suprema de su mezzavoce.

De Basiola conservamos al menos un registro completo en vivo, el histórico "Il Trovatore" del debut de Jussi Björling como Manrico (1939). Con este Conde se confirma su absoluta versatilidad: el mismo cantante expansivo y cordial en el verismo o exquisitamente sentimental cantando Massenet, exhibe aquí el acento verdiano genuino, vibrante y viril pero siempre noble, de gran señor. La extática media voz de "Il balen del suo sorriso", la fiereza del aristócrata en el Tercer Acto, la amplitud asombrosa de sus imprecaciones al final del Segundo, son rasgos de una escuela de canto que en pocos años retrocedería para siempre.

Por último recordamos su magistral Tonio en los "Pagliacci" de Beniamino Gigli.

Franco Ghione – I Pagliacci : Opera Completa