25/7/07

Cielo e mar!

Hace escasas semanas se difundieron inquietantes noticias sobre la salud del Maestro, seguidamente desmentidas por su hija. Al poco tiempo, hubo que soportar una absurda escena a la que se prestó el propio Pavarotti al llamar en directo a un programa de televisión y anunciar la grabación de un nuevo disco de Pop.

No es éste el Pavarotti que quiero recordar y cuando lo juzgue la posteridad, ojalá que más tarde que pronto, desde luego que se pondrán las cosas en su sitio.

El verdadero Pavarotti, al que de nuevo rendimos homenaje, es éste:











Enzo Grimaldo no fue un personaje que frecuentara Pavarotti. Tras las 6 funciones de San Francisco en 1979, sólo lo recuperó para el Festival de Verona (en la Arena) el siguiente año. La Gioconda es una ópera difícil de programar debido al reparto necesario y la la injusta fama de vulgar que desde siempre le han adjudicado. Además puede adivinarse que el papel, escrito en puridad para un lírico-spinto que además canta en una tesitura muy central, no debía de resultarle cómodo. Sin embargo también ofrece grandes momentos de efusión melódica para un tenor lírico. Quizá el más resplandeciente de todos, "Cielo e mar" es la quintaesencia del aria de tenor romántico. En realidad empezamos a escuchar desde la escena anterior, donde Enzo dialoga con la tripulación (se suprimió el coro de niños); momento en el que Pavarotti luce una bella media voz, acariciadora, bien timbrada y dulcísima ("Buona notte") En el aria apreciamos las virtudes que le adornaban en aquellos años dorados: timbre brillante, perfecta colocación en toda la tesitura, incluso en la zona media-grave (Ah! quell'uom che vi sospira) y dicción nitidísima (aunque comenzaban a asomar tímidamente las erres arrastradas) Confiado en la solvencia del cantante, el intérprete se dedica a modular y colorear el sonido, alcanzando momentos mágicos como O sogni d'ôr!, con la voz deshaciéndose a flor de labios entre el piano y el pianissimo. También hay discretos rubati y portamenti (alguno no tan discreto, pero sí expresivo) como en homenaje al viejo estilo. Por si fuera poco, encuentra el acento adecuado, fervoroso y anhelante, para evitar que esta ispirata meditazione se convierta en una peroración. También son inolvidables las frases finales, susurradas como en trance, de una pasión ensimismada. El registro agudo rinde como en los mejores días (tras dieciocho años de carrera) con dos ataques refulgentes al si bemol, el último tomado desde abajo, siguiendo la tradición.
En resumen, un Enzo que nos hace rememorar la Edad de Oro de los tenores.


Enzo (alla ciurma)
Ed or scendete a riposarvi.
Io vigilo solo sul ponte
le inimiche flotte.
(Guarda le stelle.)
È tardi.
Marinai e Mozzi
Buona guardia.
Enzo
Buona notte.
(La ciurma scende sotto il ponte.)
Scena IV Enzo solo.
Enzo (guardando il mare con ispirata meditazione)
Cielo! e mar! l'etereo velo
splende come un santo altar.
L'angiol mio verrà dal cielo?
l'angiol mio verrà dal mare?
Qui l'attendo; ardente spira
oggi il vento dell'amor.
Ah! quell'uom che vi sospira
vi conquide, o sogni d'ôr!
Per l'aura fonda
non appar né suol né monte.
L'orizzonte bacia l'onda!
l'onda bacia l'orizzonte!
Qui nell'ombra, ov'io mi giacio
coll'anelito del cor,
vieni, o donna, vieni al bacio
della vita e dell'amor...
Ah! vien!...

(Agradecemos a Producciones Nangis el regalo de la grabación)