3/10/06

Opus Ultimum (I): La Patética de Chaikovski



Las últimas obras de un artista siempre se han visto rodeadas por cierta aura mística, y en el mundo de la música aun más.

Tal es el caso de la Sexta Sinfonía en si menor de Piotr Ilyich Chaikovski, escrita poco antes de su muerte y considerada universalmente su testamento íntimo y musical. Al margen de las especulaciones sobre su mensaje oculto (¿sus intenciones de suicidarse?) es una de sus obras maestras, quizá la más redonda de sus sinfonías, pletórica de inspiración y energía creativa, que contrastan con la profunda crisis personal de sus últimos días. Personalmente, es una música muy ligada a mis primeras audiciones del género sinfónico, y le tengo gran estima y amor.

Planeado a gran escala, el movimiento inicial se abre con una introducción lenta que parece completar un arco expresivo iniciado con las de las dos anteriores Sinfonías: el destino como amenaza en la Cuarta (trompas y trompetas); como algo aceptado con resignación en la Quinta (clarinete) y finalmente, consumado, destruyendo la esperanza, en las cavernosas sonoridades de fagot y cuerda grave de la Sexta. A pesar de ceñirse a las estructuras clásicas, Chaikovski nunca se sintió cómodo desarrollando sus ideas desde un punto de vista estrictamente musical; por ello planeó sus últimas Sinfonías siguiendo programas (la influencia de Liszt es palpable) que introducían un elemento narrativo, dramático y diríamos confesional en su música, alejándola de la llamada música pura sinfónica (aunque conservando una coherencia excepcional). La "Patética" (1) es la cumbre de esta concepción de la sinfonía como confidencia y despojamiento sentimental y llegó a influir en otro músico que situó su percepción de la vida en el centro de sus Sinfonías: Gustav Mahler.

No se pueden negar en este Adagio introductorio los ecos del Preludio al Acto III de Tristán, a pesar de haber considerado Chaikovski que era su obra "más personal". El Allegro desarrolla de forma obsesiva la idea principal. El segundo bloque de ideas (re mayor) es uno de los más hermosos periodos líricos que nunca escribió, y viene a traer algo de consuelo, pero siempre subyace una triste resignación. Sin embargo, la sección central cede a la desesperación y aun al terror: ecos de un canto llano de la Misa de Difuntos Ortodoxa, aun más inquietantes cuando suenan sotto voce, expresan una profunda obsesión con la muerte.

En el segundo tiempo encontramos un valse irregular (de nuevo en Re), cuyo compás de 5/4 crea una sensación de fragilidad conmovedora, reforzada por la sección central, melancólica sin remedio. Ya ni la contemplación de la belleza alivia el dolor.

En una sinfonía tan personal como ésta, resulta chocante el tercer tiempo, originalmente planeado para retratar las "decepciones de la vida" y que acabó siendo un excepcional scherzo sinfónico, quizá la mejor pieza de música pura que nunca creara Chaikovski (y una de mis favoritas). Combina un moto perpetuo y una marcha (en mi mayor) que acumula energía y pasa de una sección instrumental a otra, hasta que se hace irresistible y llega a un tutti pletórico, verdadera apoteósis de la orquesta Romántica.

Después de tal derroche de energía, Chaikovski debió de concluir la necesidad de un final lento a la Sinfonía. En una sencilla forma ternaria de Lied, se basa en dos motivos descendentes, el primero de ellos, tenebroso y obsesivo. El segundo, cantabile y más adornado, se inicia en un anhelante Re mayor, pero termina tiñéndose, tras un clímax de desesperación, del sombrío si menor del inicio. Los contemporáneos de Chaikovski asistentes al estreno, entre ellos Rimski, se sintieron consternados por este Adagio lamentoso: la negrura de sus útimos compases no ofrecía esperanza ni salida algunas, el silencio de la nada estaba al alcance de la mano.



Y para esta música extremada, escogemos una interpretación excesiva, la de Leonard Bernstein con la New York Philharmonic Orchestra (1986). Como muchos de sus registros de aquellos años, esta Patética ha sido adorada por unos y vapuleada por otros. Personal, comprometido, lúcido, con una entrega y convicción que rozan lo paroxístico, Lenny proyecta la Sexta hacia el futuro, concretamente hacia Mahler, en cuya Sexta (otra Sinfonía que acaba en cataclismo) sin duda pensaba al dirigir el Finale, cuyas siniestras sonoridades son uno de sus mayores logros. También es destacable la aplastante pero inútil fuerza del scherzo, un gigante con pies de barro en manos del director norteamericano, o en el terrible fff que precede a la recapitulación del primer tiempo.
Caprichoso, decadente, ególatra, más preocupado por hacer un gran Bernstein que un gran Chaikovski, la crítica se ha cebado con la lentitud del Finale o la retención del tempo en el scherzo, poniendo esta Patética como ejemplo de la irracionalidad y el culto a su propia personalidad del último Bernstein.

A vosotros os corresponde decidir.

Puede que éste sea el inicio de otro ciclo de audiciones en esta Bitácora, depende de lo que llegue a motivarme el asunto, y de vuestro interés. Quizá se complementen las obras tardías con otras de juventud, de manera que se trace una especie de Alfa y Omega, quizá insistamos en las partituras finales, ya se verá.

Disfrutadla (es un decir)


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(1) Título que en ruso expresaba algo así como "lleno de pasión y sufrimiento"